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Sin duda alguna, uno de los aspectos que más ha cambiado en los últimos años, ha sido la comunicación entre ser humano y máquina. A no ser que seáis como yo —un friki que usa Google Assistant a diario desde 2019—, a la gran mayoría de personas les ha venido como algo novedoso el hablar con una IA de manera cotidiana.

Sin embargo, más allá de lo que le podamos pedir, hoy quiero hacer un inciso —muy importante, a mi parecer—, y no es otro que «el cómo» pedimos las cosas. Y personalmente, siempre, todos mis prompts los acompaño de un «por favor» y de un «muchas gracias». Spoiler: tú también deberías hacer lo mismo.

No es porque crea que las IA se vayan a rebelar

Aunque a mucha gente le encanta la retórica «Terminatorista», lo cierto es que no creo que veamos un «apocal(IA)ipsis». Y no, este no es el motivo por el que le pido las cosas con educación a los algoritmos con interacciones de lenguaje natural.

Tampoco es por el hecho de que tengamos algoritmos que ya dan sus primeros pasos en el análisis de las emociones —como es el caso de Datarmony y MorningLabs, donde Enrique Quintero y Dani Plana me explicaron la forma que ellos han implementado para que una IA detecte emociones en base a leer textos—. No estamos (todavía) en ese estadio de la IA consciente.

Y a pesar de que en mi día a día haga el chiste de que «estoy tranquilo por si las IA se rebelan, porque sé que siempre les he hablado bien», ciertamente acudo a la educación y a la elegancia por un tema tan sencillo como es el propio entrenamiento.

Quién olvida la historia está condenado a repetirla

Aunque esta frase pueda parecer que haga alusión a movimientos políticos extremistas, en el terreno de la tecnología hay un hecho que aúna algoritmos y política y que marcó 2016: Microsoft Tay.

Quizás los que estemos más puestos en el tema lo recordemos. Pero si esto es algo que te pilla de primeras, Tay fue uno de los primeros algoritmos que usaban lenguaje natural para interactuar y funcionaba en la antigua Twitter. No duró ni tres días encendida, pues se volvió racista, machista, xenófoba —y todos los «esta» que están mal y que atentan contra los derechos humanos»—.

¿Sucedió esto porque Bill Gates estaba armando un plan para destruir el mundo? ¿En verdad la IA es Nazi? No y no. Simplemente esto ocurrió porque la gente, a modo de trollear al personal, decidió que era una buena idea enseñarle burradas al algoritmo. La filosofía de Tay era sencilla: se iba a entrenar con todo lo que la gente le dijese. Pero, sorpresa: cada burrada superaba con creces a la anterior.

La elegancia es gratis

Aunque este caso nos sitúa en 2019 —y la IA de entonces no era, ni por asomo— lo que es ahora, actualmente estamos en un panorama completamente distinto. Los algoritmos son potentes y se usan más que nunca: pedirle las cosas «por favor y gracias» es un acto que no nos cuesta nada. Pero que de cara a los entrenos resulta crucial para tener una tecnología que no nos resulte hostil y desagradable.

¿A ti te gustaría que un asistente, el que sea, te insultara cuando le pides las cosas? Aunque sólo soy un ente individual —y los entrenamientos están más supervisados que nunca— no quiero inundar las bases de datos con morralla que después se vaya a desechar.

El cambio climático tiene que ver en esto

Quiero barrer un poco para casa, todo sea dicho. En materia de cambio climático, sólo DeepSeek —por ahora— ha demostrado que tener una IA que consuma pocos recursos y que emita menos gases de efecto invernadero es posible.

El espacio de los datos ocupa una burrada impresionante que, a su vez, necesita de más gasto energético para mantenerse. Y si estamos en pleno proceso de transición renovable, la conclusión es que no está el horno para bollos.

Emilio Delgado tenía razón

No quiero perder mi tiempo llenando de morralla algoritmos que ya consumen suficiente. No quiero que las generaciones venideras se tomen los malos modales y las faltas de respeto como el lenguaje vehicular. Tampoco quiero que se alimente el discurso de que las IA son el demonio. Y mucho menos quiero perder mi casa por la subida del nivel del mar, que puede llegar a ser dramática si no dejamos de emitir gases de efecto invernadero.

Aunque parezca que no, mi primer paso para que todo esto no suceda, está claro: «un poquito de por favor». Gracias.

Antoni Mateu Arrom

Soy periodista especializado en ciencia y tecnología. La IA y el cambio climático son dos de mis grandes especialidades. Aunque también la tecnología de consumo y sus aplicaciones en el día a día, también son mi debilidad. Creo en esta profesión como una manera de divulgar conocimiento.

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