La industria farmacéutica ya usa la inteligencia artificial desde hace años para controlar la calidad en el proceso de producción de las medicinas. Al final, es una industria que produce miles de millones de unidades cada día, en todo el mundo, de una variedad de medicamentos. La idea de todo el proceso es que, mediante los algoritmos, el paciente pueda confiar en que «esa pastilla que te tomas, y que no ha sido testada [individualmente]« sea segura, explica Toni Manzano, CEO de AIZON, una empresa que implementa estos procesos en la industria.
La aplicación de IA en esta industria es un ejemplo claro de transparencia, ya que no pueden existir modelos de caja negra en la industria farmacéutica, como consecuencia de la estricta regulación. «La explicabilidad comienza en el ‘problem statement‘ y acaba en el control del modelo», relata Manzano. La definición del problema se basa en asegurar que «la calidad del medicamento sea siempre la misma». A partir de allí, se usa la IA para medir diferentes estándares (ph, densidad…).
Una IA controla a otra IA
Uno de los retos principales consiste precisamente en asegurarse de que la IA funcione correctamente y, por tanto, «durante el proceso, tiene que haber modelos que controlan los otros modelos en tiempo real». Estos modelos de monitorización son los que se encargan de controlar que los resultados están en unos valores coherentes y que no se produzca ninguna desviación.
Todos los datos usados en el entrenamiento y los algoritmos deben ser lo más transparentes posibles y deben cumplir con la regulación, también cuando se pase el control de la agencia del medicamento correspondiente.
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