Joana Barbany es una profesional en el ámbito de la comunicación digital y las tecnologías de la información. Ha ocupado cargos relevantes tanto en el sector público como en el privado, como su papel como Directora General de Sociedad Digital en la Generalitat de Cataluña y su cargo actual como Directora de Desarrollo de Negocio en Technology by PageGroup. También, es presidenta del Clúster Digital de Cataluña y autora del libro “Rehumanizando la tecnología”. Además, ha sido reconocida por su compromiso con la promoción de la presencia femenina en el mundo tecnológico. Ejerce como embajadora de la red internacional Women in Tech en Barcelona.
Pregunta: Tú estuviste presente en los primeros momentos de internet y en el desarrollo de la tecnología, ¿ha sido eso clave para el reconocimiento que has ido obteniendo?
Joana Barbany: No sé si tengo reconocimiento ni si soy pionera, pero sí que siempre he sido muy curiosa. Cuando empecé la carrera, recuerdo una asignatura de introducción a internet. Era algo muy nuevo en aquel momento y nadie acababa de entender bien qué hacíamos, pero a mí me fascinaba. Siempre he tenido esta inquietud por ir un poco más allá.
El hecho de intentar entender lo desconocido, de dejarte escuchar y aprender cosas que al principio pueden parecer incomprensibles, es una actitud que te mantiene en aprendizaje constante. Es como coger las olas y mantenerte al día. Creo que nunca es tarde para ser una persona curiosa e inquieta. No es una cuestión de edad, es una forma de ser.
Ahora con la IA, ¿parece que estamos viviendo otra gran ola?
Las olas tecnológicas siempre han existido. La diferencia está en cómo cada uno elige reaccionar: adoptas el cambio o no. Ahora estamos con la IA, pero hace tres años era otra cosa y hace diez años todavía otra.
Es cierto que estas olas llegan cada vez más rápido, son más frecuentes y tienen más impacto. Pero lo más importante no es solo entender la tecnología, sino observar qué está pasando y mantenerse atento. Eso es, en el fondo, una actitud. Ahora hablamos de IA, pero dentro de dos años quizá será otro gran cambio.
“La tecnología la tenemos que dominar nosotros, no ella a nosotros”
En Michael Page, que es una empresa de recursos humanos, ¿estáis introduciendo herramientas de IA en vuestros procesos?
Sí, absolutamente. Cualquier empresa, independientemente del sector, debe adoptar la tecnología para evolucionar. Es impensable hoy en día trabajar solo en papel, como lo era hace años. La IA también se ha integrado en nuestros procesos, pero con ciertos matices importantes.
Si bien utilizamos la IA para tareas repetitivas, donde puede ser mucho más precisa y eficiente que las personas, hay que ser prudentes. Trabajamos con talento y personas, y esto requiere tener cuidado con cómo empleamos estas herramientas. Por ejemplo, herramientas que automatizan entrevistas o analizan reuniones pueden ser muy útiles para agilizar el proceso, pero no pueden sustituir el factor humano en su totalidad. Hay aspectos de la relación humana que son fundamentales, como la empatía y la conexión personal, que a día de hoy la IA no puede replicar.
En procesos de selección de talento, existe la tentación de utilizar IA para filtrar perfiles. ¿Cuáles son los límites o precauciones a tener en cuenta en este uso?
Es cierto que la IA puede ser una herramienta útil para gestionar grandes volúmenes de datos, pero hay que tener mucho cuidado. Por ejemplo, los sesgos que pueden estar presentes en los algoritmos son un tema crítico: ¿cómo se ha programado esta herramienta? ¿Tiene sesgos de género u otros tipos? Es un punto importante porque, aunque ahora hablamos más de estos sesgos, siempre han existido, incluso en las decisiones humanas.
La diferencia es que con la IA, estos sesgos pueden amplificarse porque trata con grandes volúmenes de información. Antes los sesgos se limitaban a tu entorno inmediato; ahora la escala es mucho mayor. Pero también hay una parte positiva: la IA puede actuar como una lupa que nos hace más conscientes de estos problemas. Esto nos da la oportunidad de reprogramar estos sistemas para compensar desigualdades.
«Depender de la tecnología es como estar enganchado al tabaco: no poder vivir sin ella es un problema»
Hablando de género y tecnología, tú estás muy implicada en esta área. ¿Cuáles son los principales retos o preocupaciones que deberíamos tener presentes?
El problema es que no hemos mejorado mucho. Hace más de 20 años que trabajo en este tema y la situación sigue siendo preocupante. En el sector tecnológico, la diversidad no es solo una cuestión de estética o justicia social, sino que impacta positivamente en la productividad de las empresas. Si somos el 50% de la población, también deberíamos serlo en este sector.
La diversidad es necesaria porque aporta perspectivas diferentes, y eso enriquece cualquier proyecto. No solo hablamos de aumentar la presencia de mujeres en tecnología, sino también de hombres en sectores tradicionalmente dominados por mujeres. Pero nos faltan mujeres en el sector tecnológico, y todavía no vemos suficientes mejoras.
Hace un par de años publicaste el libro Rehumanizando la tecnología. ¿Por qué te planteaste escribir este libro?
Empecé a escribirlo hace unos tres años, antes de que salieran herramientas como ChatGPT, así que está escrito íntegramente por mí, palabra a palabra. Nació en un momento de transición personal y profesional, mientras pasaba del sector público al privado. Quería hacer una reflexión profunda y ordenar ideas que tenía en la cabeza. Inicialmente, no tenía claro que escribiría un libro; eran más bien notas. Pero el libro tomó forma después de un momento de pausa. Cuando me cesaron en septiembre de hace dos años, decidí que era el momento de terminarlo. Fue una manera de poner fin a una etapa y prepararme para otra nueva.
“La IA afecta tu día a día. No puedes decir ‘a mí esto ya no me coge’, porque afecta a todos”
Vivimos en un mundo donde la tecnología y la IA evolucionan muy rápidamente. ¿Te parece que las personas no siempre podemos seguir el ritmo de estos cambios?
Totalmente. El libro no trata exclusivamente sobre IA, aunque tiene un capítulo dedicado al tema. Hablo de cómo la tecnología está presente en nuestra vida y de la necesidad de ser conscientes de ello. Debemos ser críticos, tener sentido común y ser conscientes de que cualquier acción, o incluso omisión, tiene un impacto. Es un llamamiento a no ignorar la influencia de la tecnología en nuestro día a día. Nos afecta a todos, sin excepción. Algunas generaciones más mayores pueden pensar que esto no va con ellos, pero es totalmente lo contrario, la tecnología y la IA influyen en todo el mundo. Creo que, más que nunca, necesitamos una mirada de respeto y reflexión para garantizar que esta evolución tecnológica se gestione con responsabilidad. Y eso es lo que intento transmitir con el libro.
¿Falta democratizar el desarrollo de la tecnología para que toda la sociedad participe?
Cien por cien. Es imprescindible que la sociedad se implique, y esto no debería depender de si una persona es nativa digital o no. A menudo oímos a gente decir “yo no lo entiendo” o “no es para mí,” pero la realidad es que la tecnología afecta a todos. Especialmente como educadores o como padres, tenemos la responsabilidad de educar con valores que incluyan la tecnología. No se trata de dejar que los niños se conecten cuando quieran y hagan lo que quieran. Al igual que les educamos con horarios, debemos hacerlo con la tecnología. Debemos estar presentes y ser conscientes de cómo nos afecta.
En tu libro, reflexionas sobre cómo la sociedad está sufriendo en cuanto a la salud mental. ¿Hay relación entre esta inmediatez tecnológica y los problemas que vivimos?
Totalmente. Yo no soy tecnófoba, pero creo que tenemos que aprender a dominar la tecnología, no dejar que nos domine a nosotros. La inmediatez, especialmente entre los jóvenes, crea una dependencia muy preocupante. La tecnología es muy útil, y yo misma uso herramientas como ChatGPT para generar contenidos para LinkedIn u otras tareas. Pero una cosa es utilizarla con un fin concreto y otra es ser dependiente de ella. Esta adicción que se ha normalizado a las pantallas o a los teléfonos es un problema real, como cualquier otro vicio.
“Debemos ser críticos con la tecnología, adoptarla con respeto y con sentido común»
¿Podemos considerar la interacción por voz con la IA como una forma de dejar atrás las pantallas?
La pantalla en sí no es el problema. Es solo una vía para acceder a la tecnología. Podría ser una pantalla, un holograma o cualquier otro formato futuro. El verdadero problema es el uso que hacemos de ella. Ayer mismo, por ejemplo, estaba con mi hijo, y mientras hablábamos, decidió preguntar una receta a ChatGPT. En ese momento, yo solo quería estar con él y tener una conversación tranquila, inventándonos algo juntos. Esto refleja la necesidad de saber elegir cuándo queremos que la tecnología esté presente y cuándo no. No se trata de rechazarla, sino de dominarla. Tenemos que saber decir “ahora no” y priorizar momentos de desconexión.
Esto nos lleva a reflexionar sobre el miedo a la IA. Si logramos dominar ese equilibrio entre tecnología y humanidad, ¿quizá no nos asustaría tanto?
Totalmente de acuerdo. No debemos tener miedo, pero sí respeto. Especialmente para los más jóvenes, que están creando su identidad digital, es fundamental educarlos para que entiendan el impacto de sus acciones. Todo lo que publican permanece, y no se trata de infundir miedo, sino de hacerles conscientes de su privacidad y de la importancia de preservarla.
“Yo animo a las mujeres a estar presentes, porque este es un sector en el que necesitamos más presencia femenina»
En tu libro también abordas el tema del teletrabajo. Recientemente, la Generalitat ha retirado el teletrabajo a los cargos públicos. ¿Cómo ves este cambio?
Para mí es un retroceso. Entiendo que hay tareas que requieren presencialidad, pero creo que el modelo híbrido es la opción ideal y ha llegado para quedarse. Un modelo 100% teletrabajo tampoco es óptimo, porque es importante empaparse de la cultura y el ambiente de una empresa. Pero el híbrido permite ahorrar costes, ser más sostenibles y mantener la flexibilidad.
Fue muy difícil instaurar el teletrabajo en sectores como el público, y dar marcha atrás es perder una gran oportunidad. Al final, lo que importa es que se cumplan los objetivos, independientemente de dónde se trabaje. ¿El modelo ideal? Quizá dos días en casa y tres en la oficina, o viceversa, según las necesidades de la empresa.
De cara a este 2025, ¿qué previsiones haces sobre la tecnología y la digitalización?
La IA seguirá extendiéndose y espero que la sociedad tome conciencia de su significado e impacto. También veo que la ciberseguridad se convertirá en un tema fundamental. Es crucial democratizarla, porque no todas las empresas, especialmente las pymes, pueden asumir su coste. Trabajamos para convertir la ciberseguridad en un servicio público más accesible.
También es necesario educar a la sociedad sobre la gestión de datos y la ética asociada. Todo gira en torno al dato: cómo se trata, cómo se protege y qué implicaciones tiene. Este será uno de los grandes debates del futuro.
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