Hoy por la mañana hemos hablado sobre el impacto de las IA en la inteligencia humana. Lo hemos hecho con el convencimiento que es incuestionable de que las IA liberan a las personas de tareas repetitivas; de hecho, los robots ya lo hacen desde hace años. La novedad es que las IA pueden realizar tareas usualmente relacionadas con la capacidad cognitiva y de procesamiento. La pregunta que nos planteábamos es si un humano utilizando IA es más, menos o igual de “inteligente”.
Lo cierto es que no hay una respuesta única y general. Como decía una estudiante de tecnología: «Depende de la voluntad de cada persona al utilizarla«, o, como afirma una doctora en robótica: «La IA nos permite dar saltos cualitativos y ser más productivos en tareas de investigación, simulaciones y descarte de hipótesis; para nosotros es estrictamente una herramienta más».
Si nos volvemos pasivos y dependientes, corremos el riesgo de estancarnos o perder capacidades
Reflexionando sobre la cuestión, hay muchas posibilidades que las IA pueden hacer que los humanos, o una gran parte de la humanidad, sean menos “inteligentes” si se confía en exceso en ellas, ya que su uso excesivo puede llevar a perder habilidades básicas como el pensamiento crítico, la memoria o la resolución de problemas, así como al deterioro de conocimientos y habilidades prácticas al dejar de usarse, un hecho que puede ser relevante especialmente en situaciones novedosas o de emergencia. Además, las IA podrían reducir la capacidad de análisis de la información frente a alternativas o llevarnos a tomar decisiones condicionadas por datos incorrectos o información falsa.
La clave es usar la IA sin acomodarse, esforzándose en aprender de forma continuada
Ahora bien, lo cierto es que el impacto de la IA sobre la capacidad cognitiva de cada persona dependerá de la relación de la persona con la tecnología. Si la usamos como herramienta para complementar puede potenciar nuestras habilidades, pudiendo alcanzar nuevos niveles de conocimiento, capacidades y creatividad. A la vez, nos facilita el acceso rápido a datos y conocimientos, pudiendo potenciar el aprendizaje adaptado a cada persona y ayudar a resolver problemas científicos, ambientales o tecnológicos. Ahora bien, si nos volvemos pasivos y dependientes, corremos el riesgo de estancarnos o perder capacidades, aunque desde un observador externo el humano pueda aparentar el mismo nivel de inteligencia, excepto en un apagón digital. En ese momento surgiría el problema.
La clave, como casi siempre en todas las cosas, es usar las IA sin acomodarse, esforzándose en aprender de forma continuada, cuestionarse las cosas, y ejercitar habilidades manuales, sociales y cognitivas sin delegarlas totalmente a las IA. Haciéndolo, podemos potenciar el desarrollo intelectual de cada uno sin perder aquello que nos hace humanos frente a la adversidad o la complejidad.