Con la publicación de vídeos que imitan a Kim Kardashian, Obama y Mark Zuckerberg, queda claro que este formato dejará de ser una prueba irrefutable de la realidad. Los ‘deepfakes’ hace años que existen. Uno de los primeros se hizo en 2016 clonando la voz y expresión facial de Barack Obama. En ese caso fue la Universidad de Washington, en un programa de investigación sobre desinformación. Aprovecharon las miles de horas del presidente saliente de EE.UU. para elaborar el vídeo falso.
Ahora es cada día más fácil poner en boca de actores, políticos o famosos palabras que nunca han pronunciado. Tan solo es necesario un ordenador con conexión internet. En lugar de horas de metraje, solo necesitamos dos minutos. Con estos datos, Argil es capaz de generar un vídeo sirviéndose de la IA generativa.
El siguiente paso es introducir el texto que queremos que el avatar lea. Y ya está: el vídeo ya está listo para difundirse en redes sociales. Cuando se ha generado un avatar, este puede usarse infinitas veces y cambiando el mensaje como queramos.
Uno de los primeros ‘deepfakes’ fue de Barack Obama y formaba parte de un proyecto de investigación de la Universidad de Washington
Esto plantea dilemas éticos. Aunque la misión oficial de la plataforma es que cada persona pueda generar su propio avatar virtual y ahorrarse así el trabajo de grabar vídeos, la realidad es que los actores desinformadores lo tendrán muy fácil para ‘colarnos’ sus bulos.
Está claro que la legislación será contundente, ya que en este caso las modificaciones pueden atentar contra el honor de las personas suplantadas. Y eso sin tener en cuenta los dilemas éticos que supone. Aunque, de nuevo, la desinformación suele venir de terceros países en los que perseguir a los autores se convierte en una misión imposible.
De igual forma, los ciudadanos tendremos que comenzar a verificar todo aquello que nos llega a través de internet y a dar veracidad solo a las fuentes fiables. Esto encaja con la cruzada que ha comenzado YouTube, etiquetando los contenidos generados con IA. Pero, de todas formas, incluso las fuentes más fiables pueden llegar a desinformar porque, como hemos visto recientemente, incluso la Casa Real británica edita sus fotos.