Albert Cañigueral es un explorador de la tecnología y la sociedad, autor de El trabajo ya no es lo que era. Ingeniero multimedia de formación, divulgador y analista, su trabajo está siempre enfocado en los impactos sociales y económicos de las nuevas tecnologías.
Entrevista: Xavier Muixí | Edición: Adrián Soler
En este nuevo mundo laboral, ¿qué consecuencias tiene la irrupción la IA?
Para poner un símil: la irrupción de la calculadora. Antes la gente iba con sus cálculos manuales y, en un momento dado, se introdujeron las primeras calculadoras. Y lo que estamos haciendo es que esa herramienta nos ayude a hacer nuestro trabajo mejor. Nos puede quitar ciertas tareas y tiene un tipo de inteligencia diferente a la nuestra. Ahí parece que estemos compitiendo y yo insisto mucho en que no, que yo creo que cuando esto vaya madurando veremos que [la IA] es como un complemento.
«La IA tiene otro tipo de inteligencia: no compite directamente con los humanos y necesita supervisión»
¿La tecnología nos va a quitar el trabajo?
Va a haber un poco de todo, no todo es blanco o negro y creo que hay muchos grises y es importante que nos tomemos una cierta calma para explorarlos. Habrá ámbitos donde la entidad artificial llegará a un rendimiento y una fiabilidad suficientes para que realmente reemplace más tareas que trabajos o trabajadores, por lo tanto tenemos que identificar con qué tipo de tareas de nuestro proceso productivo nos puede ayudar.
Por ejemplo, ahora venimos del Mobile World Congress y del 4 Years From Now donde hay un montón de startups. Un par que generaron bastante interés eran del ámbito médico y relacionadas con las conversaciones entre pacientes y doctores, que muchas veces tienen que registrarlas y no te están mirando a la cara cuando te escuchan, lo están escribiendo al ordenador. Lo que están haciendo es grabar la conversación, hacer una transcripción de voz a texto, un primer resumen y la prescripción médica que se ha hecho.
Por lo tanto, estamos tomando la parte burocrática del trabajo del médico, que no es la más humanista de su trabajo, y la estamos reduciendo. Y los médicos están encantados.
«Hay tareas críticas que nunca podremos delegar con suficiente confianza a las máquinas, o habrá que hacer una inversión tan bestia que no tendrá sentido el reemplazo»
Es una situación en la que hemos estado todos.
Lo otro tenemos que entender que estos sistemas, hay un libro muy interesante que se llama ‘Prediction Machines’, máquinas de predicción, es una visión más economista sobre este tema. Decían: «Hemos reducido el coste económico del almacenaje de datos, hemos reducido mucho la capacidad de cálculo, estamos reduciendo con la intención artificial la capacidad de predecir, de hacer modelos que nos digan más o menos, pero no tenemos que olvidar que estamos viendo predicciones que no son verdades y por tanto hay un margen de error, como en la predicción del tiempo.
Por tanto habrá tareas críticas donde no podremos delegar con confianza porque estas máquinas no van a llegar al nivel de confiabilidad necesario, o para que lleguen tendremos que hacer una inversión tan bestia que no tiene ningún sentido el reemplazo.
Por eso digo que hay muchos grises, perdón por no dar una respuesta binaria de sí o no.
En cualquier caso, sí que habría tareas reemplazables… ¿Con robots?
Sí, se ha visto en el ámbito de la producción de coches, el ámbito industrial. Parte de las tareas que antes hacían operarios, luego las hicieron operarios acompañados de máquinas y, finalmente, las máquinas han tomado el liderazgo principal y las personas se limitan a supervisarlas.
Ahí lo que es importante es comparar cómo hacemos ese despliegue desde un punto de vista de la empresa y desde un punto de vista social. Había algún estudio que comparaba qué había pasado en el sector automovilístico en empresas en Alemania y en las de Estados Unidos. Y en el primer caso se había desplegado con los sindicatos, viendo los tiempos, con acompañamiento para que fueran a trabajar a otros sitios con apoyo social, con jubilaciones anticipadas… En el segundo, en cambio, se había hecho ‘a saco’, sin ningún tipo de diálogos ni compensación. Evidentemente en el primer ámbito la sociedad ha seguido más o menos estable y en el otro vemos sitios muy deprimidos actualmente porque no hubo ese acompañamiento.
Y eso no es una decisión de la tecnología, es una decisión política y económica. Por lo tanto cuando decimos «la inteligencia artificial me va a quitar el trabajo», la IA no va a hacer nada, no es un sujeto de ninguna frase, no tiene voluntad por sí misma. Tenemos que poner [en el centro del debate] a las personas que desarrollan la tecnología, que la orientan, que la despliegan y que la regulan para ver qué impacto va a tener.
¿La clave está en que la IA sea una especie de ‘Copiloto’?
Sí, esta es la palabra que ha emergido gracias a Microsoft y creo que es un buen término. Creo que tenemos que ver qué metáforas y qué palabras usamos porque al final las metáforas y las palabras son importantes en el imaginario colectivo.
El copiloto, cuando funciona bien, dejamos de pensar y se convierte en piloto automático y ahí cuidado porque algún día el copiloto va a fallar. Por lo tanto se necesita una supervisión. Hace unas semanas una línea aérea canadiense en un chatbot de apoyo respondió erróneamente sin que nadie lo controlara y el usuario ha ido a juicio. El juez ha determinado que si el robot lo dice en nombre de la empresa, la compañía tiene que hacerlo.
Cuidado con ese copilotaje o autopilotaje, también en temas de creatividad: si todos usamos las mismas herramientas, el mismo ‘input’ y el mismo ‘output’, va a ser todo muy aburrido. Si tú tienes un conjunto de imágenes de fotografías de elefantes, verás mucha diversidad; tú pídele 80 elefantes a la IA y todos se van a parecer bastante. Por lo tanto estamos ahí perdiendo también creatividad y imaginación.
Y luego en este copilotaje, y ahí entramos ya en la gestión económica y empresarial, si yo estoy ayudando a que esta máquina funcione mejor, ¿qué derecho tengo como trabajador o trabajadora a ese rendimiento? ¿Cómo distribuimos las ganancias entre la parte social, la empresa y el trabajador?
«En el ámbito creativo, si todos usamos las mismas herramientas va a ser todo muy aburrido; todavía se parecen mucho las imágenes generadas con IA»
Como dices, es muy importante usar las palabras y metáforas adecuadas para referirse a la IA…
Hay quien dice que la IA es como tener un becario o una becaria que te hace el trabajo y tú lo tienes que revisar pero en vez de tener uno o dos, tienes 2.000. ¿Tú eres capaz de supervisar el trabajo de dos mil?, ¿cómo lo haces?
Y otra metáfora de una conferenciante en el Sónar del año pasado, que decía que es más como un caballo. Pensemos en la gente que estaba haciendo la exploración del oeste a caballo, que tiene un compañero de trabajo que tiene otra inteligencia, otras capacidades físicas y no va a funcionar igual que tú.
¿Puede depender la brecha laboral del futuro en la capacidad de dominar esta tecnología?
Sí, probablemente hay suficientes indicios que van en esa línea. Volviendo al tema de calculadora, en la época cuando apareció, ¿buscabas un contable con calculadora o sin calculadora? y, luego, ¿con excel o sin excel? Pues bueno, ahora pasa lo mismo: tú buscarás a las personas que saben usar mejor esas herramientas para que te acompañen en tu empresa, por lo tanto creo que sí que tiene una cierta lógica.
Y a la vez le digo, no solo el uso, sino, insiste en el pensamiento crítico, en saber usar las herramientas bien y creo que aún no estamos en esa fase, estamos todavía probando, aprendiendo. Si hablas con las empresas, como hay este ‘boom‘, todo el mundo prueba cosas, pero también estoy empezando a ver empresas que están frenando y empezando a reflexionar, que me parece un parón necesario.
Sí, la mejor manera de aprender es probar cosas y ver qué funciona o qué no, porque también tenemos estas narrativas ‘tecnoutópicas’ lideradas por cuatro o cinco personajes megalómanos que hacen mucho ruido. Y creo que hay que tener menos ruido, más señal, más profundidad, más análisis y diversidad de puntos de vista.
«Hay cuatro megalómanos ‘tecnoutópicos’ que hacen mucho ruido y necesitamos lo contrario: más análisis y diversidad de opinión»
¿Te preocupa este ritmo vertiginoso? Las novedades ocurren a diario.
Sí, pero aquí hay dos cosas, la relación entre velocidad y violencia… Esto lo decía Paul Virilio: «¿Cuál es la diferencia entre una caricia y una bofetada? Es la velocidad de la mano con la cara». Y este despliegue tan rápido genera tensión, genera violencia social, económica, legislativa… Esto no es la tecnología, somos los humanos. Siempre podemos moderar, reducir la velocidad de manera consciente sin perder capacidad de innovación. Para innovar bien necesitas tiempo.
Y lo otro es lo que un amigo común, Genís Roca, dice que todo es muy rápido, pero el cambio social de fondo consiste en pasar de una estructura industrial a una posindustrial o digital, no sabemos muy bien qué nombre tiene aún, y esto es un trabajo de décadas y por lo tanto, hace falta reflexionar, saber hacia dónde queremos ir y cómo queremos desplegarla.
«La innovación tecnológica no es equivalente al progreso social: se necesita acción colectiva y política pública informada para limitar los abusos de la tecnología»
Parece que la innovación tecnológica es un tsunami y que no podemos hacer nada…
Bueno, volvemos al tema de las narrativas. Yo soy ingeniero, estoy bastante metido en temas también de ‘startup’ y ahí está la narrativa de la inevitabilidad tecnológica. Os recomiendo un libro de Ricard Ruiz de Querol, No es inevitable: Un alegato por futuros digitales alternativos. Hay también otro que ha salido hace poco, que se llama Poder y progreso, de Daron Acemoglu y Simon Johnson, que hace una revisión histórica de mil años de innovación tecnológica y progreso social, donde esa ecuación de innovación tecnológica igual a progreso social que nos explican, se demuestra falsa.
Ese es el primer mito que hay que romper: la innovación tecnológica no es equivalente al progreso social. Para que eso ocurra hay que controlar la narrativa y el uso de la tecnología, hay un tema de acción colectiva cuando hay abusos de esta tecnología y hay un tema también de legislar, de la política pública informada.
Pero la tecnología no tiene voluntad propia, por lo que tenemos que preguntarnos quién está detrás de lo que escuchamos y los mensajes que nos llegan, qué intereses tienen y hasta qué punto nos interesa a nosotros también. Y democratizar la tecnología: es una cosa tan importante en la sociedad y nos llega impuesta, como si fuera una cosa totalitaria, y vivimos en democracia, por tanto, tenemos que buscar mecanismos para democratizar más la tecnología.
Pero la IA es diferente… Todavía sorprende la forma en la que es capaz de resolver tareas que antes eran inherentes al ser humano, como la creatividad.
Hay una parte que nos va sorprendiendo de lo que es capaz de hacer, pero volvería al tema del pensamiento crítico. En las noticias salen mucho los éxitos y tendemos a generalizar el éxito puntual como algo para todos los escenarios y para siempre, y no vemos todos los errores que comete porque no se publicitan tanto. Y esos límites existen, incluso en el ámbito de la creatividad, pero sí, es una cosa absolutamente sorprendente y que creo que tenemos que explorar.
Y además desde el ámbito de la creatividad y lo audiovisual creo que hay muchas posibilidades. Por ejemplo, hay algunos fotógrafos y artistas o diseñadores gráficos que han empezado a decir «yo ya no soy fotógrafo, soy promptógrafo«. El prompt es la palabra inglesa para interactuar con estos sistemas de chat para que generen imágenes. Ellos dicen: «yo no uso los fotones como mecanismo de entrada para mi arte, sino que uso el prompt«.
Bueno, tenemos este «ya no soy tanto creador, soy más curador». Y estoy seguro de que nos va a sorprender muchísimo la IA. Y algunas de las limitaciones que puedo ver ahora, de aquí unos años, habrán saltado por los aires seguro.
«Los cambios sociales profundos tardan décadas y creo que este es un trabajo de nuestra generación, como ‘padres’ de esta sociedad posindustrial digital»
Seguramente estamos en un momento de transición, como dices en tus conferencias. ¿Cuánto crees que va a durar este periodo?
Vuelvo a lo que comentaba de Genís [Roca], todo va muy deprisa pero no va a ser rápido. Y estoy muy de acuerdo en que tenemos esta sensación de vorágine, de avalancha y es muy agobiante. De hecho hay una palabra que se llama «ai anxiety«, como tenerle ansiedad a la IA. Y a la vez, se vuelve a la revisión histórica. Y estos cambios sociales profundos tardan décadas y, por lo tanto, creo que es un trabajo de nuestra generación.
Volviendo a Genís, él dice que somos los hijos e hijas de la sociedad industrial, hemos heredado los conceptos, las instituciones, las maneras de hacer, la expectativa de qué significa una buena vida y estamos en esta sociedad posindustrial digital y somos los padres y las madres de esta sociedad, y eso tarda un tiempo.
Yo animo a la gente, además de entender qué está pasando cada semana, pues es importante hacer zoom out.
‘Keep calm’…
A veces mucha parte de la narrativa es que no tenemos capacidad de incidencia y es complicado, pero nos podemos agrupar, podemos influir en política pública, podemos influir en grupos de presión, hay muchas maneras. Por ejemplo, en este ‘keep calm’, una opción es ser optimista activo, no optimista de «las cosas van a ir bien sin hacer nada». Ser optimista pero involucrándote.
Hemos visto la huelga en Hollywood, secundada por parte de los guionistas, actores, actrices y dobladores… Ahí ha habido una negociación. Y para mí históricamente veremos que es una primera instancia de cómo los trabajadores organizados han decidido qué usos se va a hacer de la tecnología en su industria.
Y creo que se tiene que estudiar con más profundidad porque habrá otras industrias, traductores, gente más creativa, pero en el ámbito un poco más del audiovisual, donde estamos, ahora tenemos que entender cómo se va a desplegar todo esto.
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