Skip to main content

La IA generativa irrumpió en 2022, y ChatGPT fue uno de los primeros detonantes. Por primera vez, lo que era una herramienta para realizar predicciones y tomar decisiones de una manera mucho más eficiente, tenía la capacidad de crear cosas. En un primer momento fue texto. Después, se extendió a la generación de material audiovisual.

Sin embargo, mucho antes de que pudiésemos soñar —ni siquiera— con la idea de teclear unas palabras, pulsar un botón y generar contenido, hubo una empresa que fue capaz de crear música con la IA. O, al menos, dar los primeros pasos para implementar esta plataforma en la creación de una pieza musical. Sony dio el primer golpe sobre la mesa, y a título personal, he de decir que lo que hicieron se convirtió en una de mis canciones favoritas de ese año.

¿Cómo se gestó la obra?

Fueron los científicos del Sony CSL Research Laboratory, quienes gracias a un algoritmo llamado FlowMachines, pudieron dar forma a la canción. Eso sí, el programa estaba diseñado para aprender de diferentes estilos musicales. Para crear la base, al algoritmo se le dieron muchísimas horas de contenido, para que adaptara el ritmo, las tonalidades y los acordes para la pieza.

Para escribir la letra y realizar la mezcla final se necesitó ayuda humana

De cara a la letra, esto ya es algo diferente. Puesto que todavía no estaba —ni muchos nos lo esperábamos— ChatGPT, fue el compositor francés Benoït Carré quién se encargó de escribir toda la letra. ¿El resultado? Una canción de unos tres minutos de duración, cuyos estilos musicales recuerdan al grupo «Beach Boys» —cuya canción favorita para mí siempre va a ser Wouldn’t it be Nice, y que descubrí por primera vez en un anuncio de Volkswagen—.

El penúltimo paso fue la implementación del algoritmo Rechord, el cual se encargaba de hacer «match» con diferentes estrofas, para tener el puzzle al completo. Finalmente, se completó la producción y la mezcla, nuevamente, con ayuda humana.

Las reacciones

Recuerdo que en ese momento, la IA estaba todavía en pañales. Sin embargo, me fascinó cómo un ordenador había sido capaz de crear esta pieza, y que no sonara como HAL9000 entonando el «Daisy Daisy». Obviamente, la intervención humana fue fundamental para que el conjunto de algoritmos crearan la pieza, pero aun así me dio la sensación de ver el nacimiento de una nueva etapa.

Posteriormente, no sería hasta el 2022 que surgirían los primeros algoritmos de creación de música. Recuerdo que estudiaba la asignatura de Big Data en el máster, cuando el profesor nos enseñó un código primigenio llamado «text to music«. Sin embargo, ahora que esto se ha vuelto mainstream, gracias a herramientas como Suno, he de decir que lo que ha venido ahora es diferente a lo que me esperaba.

Un sabor agridulce

Al César, lo que es del César. Sony entró como un elefante en una cacharrería. La canción les quedó muy bien. Sin embargo, no puedo evitar sentirme algo «chof», cuando escucho algunas de las cosas que genera la IA en el terreno de la música.

Y es que las palabras de Enrique San Juan fueron muy acertadas cuando dijo aquello de que «la IA generativa a veces alucina«, en referencia a que a veces, los algoritmos, por muy sofisticados que sean, crean cosas un tanto extrañas.

La IA en 2017 era menos que un prototipo y, sin duda alguna, el apoyo en músicos y en un laboratorio de ingenieros hicieron que la canción funcionase. ¿Algoritmos que colaboren con humanos? Sí. Ahora bien, ¿dejar al libre albedrío de la creación a una IA sin supervisión? ¿Los músicos ya no van a ser útiles? Mi planteamiento es claro: la IA no ha venido a hacer magia, aunque en 2017 me lo hubiera parecido.

Antoni Mateu Arrom

Soy periodista especializado en ciencia y tecnología. La IA y el cambio climático son dos de mis grandes especialidades. Aunque también la tecnología de consumo y sus aplicaciones en el día a día, también son mi debilidad. Creo en esta profesión como una manera de divulgar conocimiento.