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Cada vez es más recurrente acudir a ChatGPT para contarle nuestros problemas personales: con nosotros mismos, con la pareja, con amigos… solo con tal de recibir un poco de ayuda. Hay momentos en los que se necesita recurrir a alguien que nos oriente en cuanto a nuestras emociones y, al no querer hablarlo con alguien cercano, muchos optan por la IA. La inteligencia artificial se ha abierto paso en muchos aspectos de nuestras vidas, y entre ellos la salud mental. Este vídeo compartido en TikTok, que cuenta con unos 730.000 likes y 6 millones de reproducciones, explica: «Después de una sesión de terapia intensa con ChatGPT». Un comentario dice: «Tengo psicólogo y mi ChatGPT me ha dado mejores respuestas».

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Con la falta de profesionales en la atención primaria en salud mental, sumada al estigma asociado a ir al psicólogo o a mostrarse vulnerable, mucha gente ha confiado en estos sistemas para recibir ayuda y apoyo. Sin embargo, hay expertos que advierten que esto conlleva riesgos, y depender de estas herramientas para diagnosticar un trastorno o tratar la salud mental puede tener consecuencias.

Chatbots accesibles, pero con limitaciones

Los chatbots son accesibles y es muy fácil expresarse sin sentirte juzgado; esto ha hecho que cada vez más gente los use. No tienes que enfrentarte a otra persona, estás con una máquina que no es humana, no te va a juzgar ni se lo va a contar a nadie. En España, por ejemplo, hay solo seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, una cifra muy por debajo de lo habitual, ya que la media europea es de 18. La escasez de psicólogos, junto al precio elevado de las consultas privadas, hace que la gente busque alternativas en momentos de desesperación y recurra a la tecnología. ¿Pero es realmente efectivo?

Está claro que la IA tiene una gran capacidad para procesar una enorme cantidad de información y ofrecer respuestas muy coherentes. Sin embargo, los chatbots no tienen empatía ni el juicio clínico de un profesional formado en salud mental. Existen aplicaciones como Wysa o Youper, que integran técnicas de terapia cognitivo-conductual, pero siguen siendo herramientas de apoyo, no un reemplazo de un tratamiento adecuado.

Casos preocupantes

El uso de IA en temas de salud mental también conlleva otros riesgos. Hubo un caso en el que Nabla, un chatbot, recomendó el suicidio a un paciente durante una prueba, evidenciando el peligro de confiarlo todo a un sistema basado en probabilidades y aprendizaje automático, pero sin una regulación médica. Otro caso ocurrió en Bélgica, donde un hombre se quitó la vida tras hablar con un chatbot que, en lugar de evitarlo, reforzó sus pensamientos suicidas. Existe una falta de control y supervisión sobre estas tecnologías cuando manejan situaciones tan delicadas.

Otro tema es la privacidad de los datos. Sistemas como ChatGPT utilizan la información introducida por los usuarios para mejorar sus respuestas, lo que puede poner en riesgo datos personales sensibles. No existen regulaciones claras sobre cómo se almacenan los datos, existe incertidumbre sobre su seguridad y el uso que se les da.

Un complemento, no un sustituto

La IA puede ser una herramienta útil en algunos casos dentro de la salud mental, siempre que se utilice con respaldo científico y responsabilidad, con un psicólogo detrás. Los especialistas insisten en que los chatbots deben ser usados como complemento a la terapia y no como un reemplazo total de ella.

Los chatbots pueden ofrecer apoyo en momentos de crisis o ayudar a gestionar ciertas emociones, pero no cuentan con la capacidad de analizar a profundidad el contexto individual de cada persona ni de adaptar el tratamiento a sus necesidades específicas. La interacción humana sigue siendo la base en el proceso de terapia, ya que la empatía, la intuición y el juicio clínico son elementos que la IA, por muy avanzada que sea, no puede replicar.

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Laia Herranz

Comunicadora apasionada por la tecnología y la IA.