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Esta semana nos dejó Federico Mayor Zaragoza, académico, científico, político, pero por encima de todo, una persona profundamente humana, como lo evidenció en sus 12 años de D.G. de la UNESCO y después en la presidencia de la Fundación Cultura de Paz. Su humanidad y compromiso lo constaté al conocerle (acompañado de Manuel Manonelles) en las jornadas Geopolítica y Paz que organizó la Fundación Poblet siendo abad del monasterio JoséAlegre (EPD). Desde entonces, mantuvimos una relación cordial debatiendo opiniones sobre la vulneración de los derechos humanos en áreas del planeta y las innumerables guerras que existen.

La última vez que le vi, hace más de un año, fue en un acto de la Fundació Impulsa Talentum que preside Bru Recolons i Argente de la que era presidente de honor. Al acabar el acto, hablamos unos minutos, al finalizar me preguntó: «¿Has leído mi libro Inventar el futuro. Le dije «todavía no» y, sin darme tiempo a continuar me dijo «mañana te lo mando a casa y cuando la hayas leído hablamos».

En una semana recibí el libro, al ojear sus más de 600 páginas me cautivó, por hacer referencia a ecología, derechos humanos, multilateralismo, educación, cultura de paz, violencia, juventud y Agenda 2030. Un libro de obligada lectura para entender la realidad y el futuro, siempre con su convencimiento de que «la paz es un comportamiento cotidiano«.  Del libro lo que más me hizo reflexionar fue las referencias a los jóvenes, ya que a ellos el futuro les pertenece, por ello es esencial darles voz, herramientas y confianza para que lideren los grandes cambios que necesitamos. Su papel es fundamental para articular un mundo en paz, sin discriminación por raza, sexo o cultura. Su energía y creatividad son la clave para avanzar hacia una sociedad más justa e inclusiva. Invertir en su educación, fomentar su participación y empoderarlos no es solo un deber moral, sino la garantía de un futuro mejor para todos. Cada oportunidad que les brindemos hoy será de progreso del mañana.

Al terminar el libro le llamé. En la conversación, me planteó un dilema que aún resuena: ¿Debemos conservar un presente precario o trabajar para articular un futuro pleno? Reflexionamos juntos, pero él me dejó la puerta abierta para seguir pensando. Ahora, al sentir su ausencia, vuelvo al libro y a su mensaje sobre la importancia de asumir riesgos, abandonar dinámicas insostenibles y apostar por un cambio valiente y transformador para construir bases sólidas en educación, sostenibilidad, igualdad y justicia social, apostando por un mundo donde las oportunidades sean accesibles para todos.

Mayor Zaragoza tenía la capacidad de vislumbrar el futuro y trabajar para construirlo, siempre con la mirada puesta en la paz, la justicia y la igualdad. Su legado nos invita a continuar su lucha para un mañana más prometedor y en libertad. Su ausencia nos deja el desafío de seguir sus enseñanzas y avanzar hacia un mundo mejor.

Fotografía: Universidad Internacional de Andalucía

Antoni Garrell Guiu

Ingeniero industrial especialista en temas de tecnología, innovación y economía del conocimiento.

Ingeniero industrial especialista en temas de tecnología, innovación y economía del conocimiento.