Asoma el año 2025 mientras 2024 agota sus últimas horas exhausto de los múltiples acontecimientos que lleva a sus espaldas, algunos buenos, pero también muchos que han causado muertes, desencuentros y tensiones. Mientras decimos adiós al 2024 revisando errores, aprendizajes y aciertos es indispensable pensar como puede ser 2025, en especial en el ámbito científico y tecnológico, (en los aspectos geopolíticos es muy difícil de prever porque demasiados dirigentes están sumidos en sus deseos de grandeza), ya que sus avances tendrán un fuerte impacto en los temas económicos, laborales, científicos, sociales y ambientales. En especial, porque la inteligencia artificial estará aún más integrada en nuestra vida cotidiana tomando posiciones significativas en la medicina personalizada y apoyo a la diagnosis, en la educación, el transporte y el entretenimiento, ayudada por la computación cuántica y el incremento de la conectividad con latencia tendiendo a cero. En este contexto, de cambios propios de un cambio de era como el que vivimos, hay que hacer una especial mención a la Inteligencia Artificial General, AGI, atendiendo que algunos tecnólogos consideran que esta mucho más cercana que lo que era previsible y no sólo porque Jensen Huang director general de NVIDIA considere que la AGI se impondrá en cinco años, sino también por las afirmaciones de OpenAI y Microsoft que indican que es sólo un tema de lograr beneficios notorios con sus actuales IA.
La irrupción de la AGI implicará disponer de una IA a capaz, a diferencia de las actuales diseñadas para efectuar tareas concretas, de realizar cualquier tarea intelectual que un ser humano pueda llevar a cabo, atendiendo que estas son en gran parte proceso y memoria. Por consiguiente, las AGI tendrían una inteligencia flexible y adaptativa que le permitiría aprender de forma continuada y sin supervisión nuevas habilidades; entender razonar y resolver problemas en una amplia variedad de dominios; afrontar situaciones y entornos desconocidos gracias a una conciencia contextual, actuando de manera similar a como lo haría un ser humano.
No es de extrañar que algunos sociólogos consideren que la irrupción de las AGI equivaldría al surgimiento en el planeta de una nueva especie inteligente, con la que deberemos relacionarnos, la cual podría decidir competir con nosotros al disponer de una capacidad intelectiva capaz de igualar o superar la inteligencia humana. Sus tomas de decisión autónomas podrían ser imprevistas e incluso contrarias a los intereses humanos al poder ocurrir que que sean imprevisibles al superar nuestra capacidad de comprensión al optimizar autónomamente sus propios procesos de manera contraria al interés general y no estén alineados con los valores humanos.
Estando más lejos o cerca el surgimiento de la AGI, lo que no podemos ignorar es que si surge, algo no imposible, conllevará para la humanidad grandes impactos en cuestiones éticas, sociales y técnicas. Por ello, hay que preguntarse e identificar las respuestas adecuadas a cuestiones éticas asociadas al control y la responsabilidad del tipo: ¿quién será responsable si toma decisiones dañinas?, ¿cómo evitar su posible uso en aplicaciones militares, vigilancia masiva o manipulación de información?, ¿que derechos se debería otorgar a las AGI conscientes?. ¿Cómo se combatirá el desempleo o la concentración de poder en manos de unos poco?
Un conjunto de riesgos que van acompañados de aspectos positivos como son su aportación a resolver problemas extremadamente complejos que exceden las capacidades humanas, ya sea los asociados a tratamientos para enfermedades, gestionar el cambio climático o explorar lo desconocido, a la vez acelerar el avance científico, el aprendizaje personalizado y mejorando la asistencia emocional.
Sin duda la AGI podría transformar la sociedad de manera positiva, pero también conlleva riesgos significativos que requieren un debate y una regulación rigurosos para garantizar que su desarrollo esté alineado con valores humanitarios, la vida humana, la ética y la sostenibilidad, ya que sus capacidades nos recuerdan la sentencia «si uno genera algo que tiene unos poderes que puede no poder controlarlos, el desastre está asegurado».